sábado, 17 de marzo de 2007

La noche silenciosa

[LA NOCHE DE TLATELOLCO: MÉXICO 1968]


Hombres, mujeres, estudiantes, amas de casa, obreros, ferrocarrileros, curiosos, pancartas, porras, gritos de apoyo, manifestaciones, un pliego petitorio, ideales, la lucha, la “razón”… enfrente, el gobierno, la policía, los granaderos, el ejercito, las armas, la represión. Todo parecía normal, sin embargo una señal, un aviso de lo que estaba por venir llego del cielo; de repente empezaron los gritos, empujones, movimientos desesperados, los balazos, las metralletas, pistolas, bayonetas, la sangre y la silenciosa y fría muerte…

El párrafo anterior nos remonta, sin duda alguna, a la noche del 2 de Octubre de 1968, en Tlatelolco, cuando una multitud (integrada en su mayoría por estudiantes de universidad) se vio cercada por la policía y el ejército; una multitud que lo único que pedía era el dialogo con el gobierno, para tratar de solucionar aspectos que ellos consideraban importantes y, por ende, determinantes para la vida futura del país. A cambio recibieron una lluvia de insultos, balas, golpes y desprecio.

Después de esa noche se podía esperar cualquier cosa, un levantamiento de todos los estudiantes del país, la indignación completa de la nación por la forma tan radical en que fue manejado el Movimiento Estudiantil por parte del gobierno, una nueva revolución quizá, sin embargo nada de esto llegó, o por lo menos no fue tan notorio, provocando así que la Noche de Tlatelolco se olvidara por completo y que aquel enfrentamiento tan lleno de infamia quedara sólo en el recuerdo amargo de aquellos que lo vivieron.

Actualmente, casi cuarenta años después de aquella noche trágica, podemos decir que el gobierno sigue manejando a su antojo al país, no hace falta un nuevo Movimiento Estudiantil para darse cuenta de eso. El pueblo sigue sufriendo las injusticias provocadas por unos cuantos, aquellas personas que no han sabido manejar un asunto tan delicado como lo es el destino de un país entero, aquellas personas que han olvidado que la democracia es el poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Sin embargo podemos decir que, como sociedad, se ha evolucionado y se han ganado, por decirlo de una manera, derechos o privilegios ante el gobierno. Ahora no es muy común escuchar o ver que balacean a una multitud entera solo por que se manifiestan en el zócalo de la ciudad. Obviamente sigue habiendo ligeros, pero no menos importantes, enfrentamientos entre “dirigentes y dirigidos”.

Desafortunadamente, nadie nos puede garantizar que no habrá sucesivos enfrentamientos entre manifestantes y aquellos que supuestamente están para protegerlos: la policía. Depende en gran medida de lo que hagamos nosotros como sociedad, de cuanto hagamos o dejemos de hacer a favor de la protección de nuestros derechos. Nos corresponde tomar las riendas del país y decidir que futuro queremos tanto para nosotros como para nuestros hijos.

A continuación se presenta una composición de Rosario Castellanos sobre la Noche de Tlatelolco:

MEMORIAL DE TLATELOLCO
Rosario Castellanos

La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad
para cuajar el crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
para que nadie viera la mano que empuñaba
el arma, sino sólo su efecto de relámpago.

¿Y a esa luz, breve y lívida, quién? ¿Quién es el que mata?
¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?

¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en la radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete.)

No busques lo que no hay: huellas, cadáveres
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa,
a la Devoradora de Excrementos.

No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.

Más que aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangre con sangre
y si la llamo mía traiciono a todos.

Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
Hasta que la justicia se siente entre nosotros.

Autor: José Escamilla 960923


Referencias:
http://amolt.interfree.it/Messico/spagnolo_storia16_tlatelolco.htm
"La noche de Tlatelolco", Elena Poniatowska

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